“Hay hombres que no suben después de caer.” Arthur Miller
En días pasados el presidente derrotado en su legítima aspiración reeleccionista en Brasil, Jair Bolsonaro duro alrededor de 48 horas para reconocer la derrota ante Lula da Silva. Ese silencio, en un país totalmente polarizado en dos extremos, lo cual quedó evidenciado en los resultados electorales; fue la chispa que encendió la pradera con los estallidos sociales de parte de los 58 millones de brasileños que no aceptaban el regreso del Partido de los Trabajadores al poder.
De haber perdido con dignidad y ser capaz de estar a la altura de las circunstancias hubiese podido mantener viva la posibilidad de un regreso, pero, optó por su radicalismo habitual con pataleo silencioso y no tuvo el valor de reconocer la victoria de su oponente, aunque con amargura llamó a la calma. Dejando en evidencia que no fue más que uno de esos gigantes con pies de barro, de esos que tanto abundan en el quehacer político y se cuecen en el populismo.
No puede haber democracia sin demócratas, Bolsonaro acabó su vida política al tratar de meter a Brasil en una crisis post electoral. La misma vía institucional que destituyó a Dilma y sometió a Lula hasta recuperar su libertad en medio de un proceso parcializado por Sergio Morro, fue la misma que obligó a Bolsonaro a dirigirse al país, aceptando los resultados a regañadientes.
En política siempre ha habido figuras sobredimensionadas, ya sea por el uso excesivo de publicidad con las facilidades que otorga el manejo del erario, pero caen muy duro al salir al ruedo en busca de candidaturas o obtienen una victoria producto de una coyuntura electoral y al finalizar su mandato reciben el duro golpe de la realidad. Ejemplos de sobra, en nuestra media el mas reciente es el de Margarita Cedeño, en Argentina el de Macri, Brasil con la derrota de Bolsonaro.
Por demás, un caso digno de estudio es del ex presidente Danilo Medina, ese proclamado gran estratega y luego de la división del PLD, un partido que obtuvo en las elecciones del 2016, obtuvo el 62 % de los votos emitidos y cuatro años después sacaron 30 % y por los partidos aliados.
Peor aún, ese estratega no entendió las razones por las cuales ganó en el 2012, no fue capaz de perder con dignidad. Desde 1966 hasta el 2012, nunca hubo un presidente saliente, que se negará a entregar la banda presidencial fuera de la Asamblea Nacional para dar curso al protocolo solemne de la transición de mando. Al igual, que solo durante su gobierno se han suspendido elecciones, militarizado el Congreso Nacional, también tiene ese récord histórico.
Por igual, podemos citar el caso de Lenin Moreno en Ecuador que inmediatamente salió del poder; ese poder que le fue entregado por Rafael Correa, al cual persiguió sin compasión. De esta forma dejando en evidencia de toda su carencia de escrúpulos.
Esta vorágine populista que ha dado paso a estos gigantes con pies de barro, es la misma que ha dejado ante el asombro de todos que no importa ideología o enarbolar un discurso para asumir bandos. Tan solo, hay que ver lo desastroso de los gobiernos recientes que encabezan Gustavo Petro y Gabriel Boric, en Colombia y Chile, respectivamente.
Al igual que la administración de Joe Biden que ha sido un desastre y ha creado la posibilidad del retorno de Trump que si no es inhabilitado por un fallo judicial, de esto suceder, se ha creado la percepción de una posible victoria del gobernador actual de la Florida, Ron DeSantis. Quien ha jugado mejor las cartas en la coyuntura actual, de ser Trump candidato por el Partido Republicano, solo podrá gobernar 4 años por lo consagrado en la enmienda 22 de la Constitución Norteamericana, es decir, DeSantis podría ser vicepresidente de un mandatario que no podría presentarse nuevamente y de Trump no poder presentarse en las venideras elecciones, DeSantis podría ser su sucesor natural ante los ojos de las bases republicanas.
Podemos ver la situación actual de la hermana nación, El Salvador con su popular presidente, Nayid Bukele. Ha hecho de conocimiento público su pretensión de modificar la Ley Sustantiva de ese país para habilitar la posibilidad de optar por una segunda reelección y un tercer mandato presidencial, de esta forma anteponiendo sus altos niveles de popularidad por encima de la institucionalidad y sus despliegues autoritarios lo hacen muy parecido a los inicios del difunto Hugo Chávez en Venezuela.
Podemos ver la situación actual de Venezuela, donde la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), luego de la salida de su ideólogo y armador, Ramón Guillermo Aveledo al producirse la primera victoria contundente de la oposición ante el chavismo, con la barrida legislativa de algunos años atrás. Ha sido imposible para la oposición venezolana articular un frente opositor real, por la incapacidad de consenso y anteponer el interés personal ante el colectivo.
Figuras como Capriles, Guaido, Julio Borges, Henry Ramos Allup, María Corina Machado y otros han sido tremendo fracaso ante los ojos del electorado venezolano, no porque la pseudo revolución bolivariana haya hecho algo bien, sino porque no han sido capaces de articular un frente contra un desgobierno.
Respecto al desastre nicaragüense no hay que profundizar mucho, porque Daniel Ortega encabeza un régimen represivo que es la antítesis de la lucha sandinista, por demás, con el paso del juez inclemente que es el tiempo se ha demostrado el fracaso de la revolución sandinista cuando ese país en los años 80, ese país tuvo un repunte económico para luego estar sumido en el desastre actual, cito un fragmento del articulo La debacle económica del 80 en Nicaragua y la crisis actual de la Redacción Billete de Información Puntual: “Entre 1970 al 2009, la economía de Nicaragua cayó catorce veces. Tres de esas contracciones fueron en la década del setenta, siendo la más pronunciada la de 1979. En el año del triunfo de la Revolución Popular Sandinista el PIB cayó 26.5 %, según los registros del Banco Central de Nicaragua.”
La crisis cubana actual tampoco hay necesidad de profundizar, ante la ausencia de Fidel Castro y el retiro de su hermano Raúl. Díaz-Canel no ha tenido el liderazgo para relanzar ese país y ha optado por continuar con la represión.
Los gigantes con pies de barro en la actividad política se caracterizan por iniciar con la fuerza de un huracán y con el devenir del tiempo, terminan reducidos a un ventarrón anémico. La mejor radiografía de esta situación, se puede dar al rememorar la candidatura del intérprete de la canción Tiburón, Rubén Blades cuando reconoció que la principal razón de su derrota en las elecciones generales del 1994 en Panamá, no fue únicamente que la partidocracia tradicional pactó para evitar el ascenso de su movimiento Papa Egoró que obtuvo en las elecciones un total de 182,405 votos para un 17 %; en diversas ocasiones el pasado ministro de turismo de ese país, ha afirmado que fue derrotado porque no era un político 24/7 y por eso su partido se fundado en 1993 disolvió seis años después en medio de luchas internas y reclamos de que él dirigía su partido por teléfono y fax desde USA.
Ante la ausencia de las ideologías políticas, el populismo ha asumido un rol preponderante y donde gobierna la derecha sin fundamentos ideológicos ha iniciado la fatiga democrática y se han dado las condiciones para el retorno de una izquierda con las mismas carencias filosóficas y de esta forma han atrapado a los pueblos en un circulo vicioso. De ahí con el paso del tiempo le ha dado la razón a Bosch, si la economía va bien, el gobierno va bien, pero ahora se ha agregado la necesidad de la coherencia ideológica, los discursos deben ir a la par con las acciones del político.
En la región ha surgido una especie de “default ideológico”, el cual ha afectado al ejercicio democrático. Por eso, en nuestra media isla podemos ver esa deficiencia de formación política; un ejemplo de ella, lo podemos ver en el sistema de partidos con la ausencia de escuelas de formación de esta ciencia, para muestra un botón es la desaparición de los círculos de estudios del PLD, aunque eso pone en evidencia la degradación ideológica de sus últimos candidato que han devenido de Bosch al Penco y al actual candidato, Abel Martínez que solo maneja dos temas y uno de ellos es atacar sin datos al gobierno actual, el otro ni siquiera lo ha profundizado.
Es indudable que las ideas políticas no representan nada en medio de un proceso de degradación de un partido que en su pasado fue pionero en la formación política de sus cuadros. Es una tarea imperante, volver a las ideas en el quehacer político.
Creo prudente concluir con la siguiente frase de Eduardo Galeano, cito: “El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso.”
Por; Jesús M. Guerrero